DAIMIEL, LA ESCULTURA PROCESIONAL

Al igual que el resto de España, Daimiel, sigue las directrices marcadas por el del Concilio de Trento (1545-1563).  En cuanto a la producción de imágenes la Contrarreforma intenta potenciar el culto a las imágenes como medio para que el fiel se comunicara directamente con ellas, no solo eran veneradas en los templos, sino que era necesario el contacto directo con ellas, es por ello que a finales del siglo XVII empiezan a proliferar toda una serie de imágenes que son sacadas a la calle en proce­sión, para conmemorar y recordar al fiel la Pasión y muerte de Jesús; se desarrollan por este motivo un sin fin de imágenes denominadas de vestir que surgen como género propio en el Barroco, concebidas con una doble vertiente, como producto de propaganda, social, ideológica y religiosa, y como objeto de contemplación puramente estético, imágenes que se transmiten en los desfiles procesionales hasta nuestros días.

Las imágenes tienen un carácter pedagógico, por este motivo, generalmente las proce­siones tienen en su recorrido un sentido cronológico de la Pasión y muerte de Cristo, en Daimiel este sentido se ha respetado al máximo, así nos encontramos el Domingo de Ramos con la procesión que inicia el ciclo de la Pasión: la Entrada de Jesús en Jerusalén, para concluir con el entierro de Cristo el Viernes Santo por la noche. El sentido último de los desfiles procesionales es puramente religioso, se exige al fiel, que recuerde el sufrimiento y el dolor que Cristo pasó para salvar al hombre de sus miserias, reafirmando así a través de la imagen pública los planteamientos de Trento» de suerte que no se coloquen imáge­nes algunas de falsos dogmas, y si aconteciere que se expresen y figuren en alguna ocasión historia y narraciones de la Sagrada Escritura, por ser estas convenientes a la instrucción de la ignorante plebe. destierre absolutamente toda superstición en la invocación de los santos, en la veneración de las reliquias, y en el sagrado uso de las imágenes…  ni abusen tampoco los hombres de las fiestas de los santos, ni de la visita de las reliquias para tener convitonas ni embriagueces.

En Daimiel no podemos afirmar, a falta de fuentes documentales, que con la creación de cofra­días se hicieran imágenes titulares, aunque es posible que existieran, se tienen noticias ya a partir del siglo XVIII y más a partir del siglo diecinueve, con la creación de nuevas cofradías, se tiene constancia de algunas imágenes titulares. En el siglo diecinueve se crean nuevas cofradías o se refunden, que se manten­drán a lo largo del siglo veinte con la creación de nuevas cofradías y nuevas imágenes, que desgraciada­mente se perdieron durante la guerra civil, y de las que solo nos han quedado algún documento gráfico elaborado por particulares. Hay que tener en cuenta que Daimiel era poseedor de un gran patrimonio en cuanto a escultura religiosa, ya filera procesional o simplemente devocional bajo las advocaciones de los diferentes patronos de las cofradías. De ese vasto patrimonio escultórico únicamente conserva­mos testimonio gráfico, puesto que todo él fue destruido en el transcurso de la Guerra Civil. Sólo dos obras lograron sobrevivir a los estragos de la guerra, a pesar de sufrir daños, se trata de las imágenes de Jesús Nazareno y el Cristo de la Expiración. Será después de la guerra, cuando se recomponen las cofradías y se encarguen nuevas imágenes. Es entonces cuando encontramos la figura de un daimieleño que se erige en mecenas de nuestra Semana Santa: Don Bernardo Fisac Martin-Bandujo, pagando la gran mayoría de los nuevos pasos que se crean para la Semana Santa de Daimiel. Tal file el afán de esta persona por recuperar nuevamente la Semana Santa, pagando nuevos pasos y restaurando otros que le llevó incluso a la ruina.

Muchos de esos pasos se encargan al escultor sevillano Antonio Castillo Lastrucci (1882-1967). La labor cofradiera de Castillo Lastrucci comienza en 1922, su aportación a la imaginería tradicional, file, que «respetan­do totalmente la estética barroca anterior, transforma y crea nuevos pasos de los llamados de misterio, con una concepción completamente efectista y teatral de sus composiciones, dejando un poco en el olvido las paralelas filas de imágenes decimonónicas, para poner ante los admirados ojos de los fieles espectadores esas composiciones expresionistas que, a manera de flash fotográfico, pasan ante noso­tros con la fugacidad que lo barroco lleva consigo». Queremos también destacar la labor de nuestro insigne paisano Don Juan Dopazo en la Semana Santa daimieleña, a él le debemos la realización de la Virgen de la Soledad, su única obra de escultura religiosa, así como también la realización de distintas pinturas para banderines y algunos trabajos de reparación en los pasos de la cofradía del Santísimo Cristo de la Columna. No podía nuestra Semana Santa dejar de contar con las aportaciones de uno de nuestros más queridos artistas.

TEXTO: Daimiel, una historia de Pasión.